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miércoles, 4 de marzo de 2009

Artículo: La Virgen de Rocamador en la Iglesia de San Lorenzo


Una de las más bellas advocaciones marianas de Sevilla es la de Nuestra Señora de Rocamador, que se venera en la iglesia parroquial de San Lorenzo.

La devoción a esta advocación se remonta en nuestra ciudad a los primeros tiempos de la Reconquista. Parece que fue traida por algunos caballeros franceses, de los que acompañaban al rey San Fernando, entre quienes estaba muy arraigada esta devoción. Su origen es muy antiguo, pues según una tradición, que puede ser leyenda piadosa pero también puede ser historia verdadera, San Amador fue el criado que cuidó a la Virgen María en su ancianidad, y cuando ella murió y fue asunta a los cielos, el piadoso Amador continuó cuidando ancianos enfermos en Jerusalén.

Pasados unos siglos, los caballeros franceses que habían ido a las Cruzadas con el rey San Luis de Francia, al morir éste en la campaña y retirarse sus tropas, se llevaron a Francia para impedir fueran profanados las reliquias o restos de San Amador, que se depositaron en una ermita situada sobre una roca en el Departamento de Lot. Este santuario se puso bajo la advocación de Nuestra Señora de Roc-Amadour, de donde se deriva el pueblo de Rocamadour y la advocación de la Virgen de Rocamador.

Tras la Reconquista de Sevilla el rey San Fernando o su hijo Alfonso X el Sabio, concedió a los franceses fundar un pequeño hospital y hospicio de ancianos (quizá para veteranos franceses) en Sevilla, cuya capilla fue presidida por la bellísima pintura de gran tamaño, de la Virgen, pintura mural, en que vemos a la Señora ataviada con riquísimos vestidos, de indudable inspiración en los ropajes de ceremonia palatina de las emperatrices de Bizancio. El Niño que lleva en brazos, también ricamente vestido, la está mirando amorosamente. Esta pintura es de indudable origen bizantino, aunque algo modificado por su contacto con los estilos italiano y francés, ya en la época del gótico.

Es muy posible que esta capilla tuviera primitivamente acceso desde la calle, y ello explicaría que, aun estando en la Parroquia, pudiera ser compartida con la capilla de la antigua casa hospital y hospicio de los franceses, que algunos creen fuera el hospital de Santa Bárbara, desaparecido en la Reducción de Hospitales que ordenó el arzobispo D. Rodrigo de Castro a finales del siglo XVI. Dado que es pintura mural no puede pensarse que el muro fuese trasladado con su pintura desde el hospital a la Parroquia, pero sí que la capilla fuese compartida entre ambos edificios. La capilla de la Virgen de Rocamador tuvo cerramiento con rejas de hierro hasta el siglo XIX y en ella tenían su bóveda de enterramiento los Bucarelli, nobilísima familia de origen italiano, pero enraizados en Sevilla durante varias generaciones, familia que dio ilustres personajes a la historia de España, entre ellos un virrey de la Nueva España, al que todavía se recuerda con estatuas públicas en México, y otros familiares que fueron generales, almirantes, y hasta un familiar tenido por santo aunque no canonizado, pero que dedicó su vida a la piedad y a la caridad.

Estos Bucarellí contruyeron su palacio en la calle Santa Clara, que por eso se llamó un tiempo calle de los Generales. El palacio pasó luego a la familia Queralt, Condes de Santa Coloma, que aún hoy lo poseen, aunque una parte del grandioso edificio está dedicado a colegio de enseñanza secundaria y bachillerato, con el título de colegio Julio César, uno de los mejores centros de enseñanza de andalucía.

La devoción a la Virgen de Rocamador, traida por los caballeros franceses, y por el rey Alfonso X el Sabio, pronto se fundió con la religiosidad propia de Sevilla, y con la devoción a la Virgen del Rosario y a su hermandad de esta parroquia. Pero aún más, desde aquí, en los tiempos del descubrimiento del Nuevo Mundo, y de la hispanización de aquellos países, fue una de las devociones que se transplantaron a América desde Sevilla, y en muchos puntos de México, Colombia y Perú se encuentran reproducciones de esta imagen que, ya en los siglos de los virreinatos españoles en aquellos paises, se identificó esta devoción con la continuidad de la milicia y la nobleza, sentido muy distinto del que la devoción de Rocamador toma en Navarra, Castilla, León y Galicia, donde se identifica como devoción propia de los peregrinos que iban desde Europa a Compostela.

Volvemos sobre el tema del hospital. La excelente historiadora del arte Dña. Teresa Laguna Paúl, en su magnífico trabajo titulado "Notas de pintura gótica sevillana", publicado por el Laboratorio de Arte de la Universidad Hispalense, señala acertadamente que el Hospital de Santa Bárbara no puede ser el de Rocamador, ya que estaba situado, según consta en documentos, en la calle Baños, collación de San Vicente.

Hemos buscado en el documento fundamental de la "Reducción de Hospitales", que encontrado y publicado por D. Francisco Collantes de Terán en 1884, fue expedido por el Cardenal Arzobispo D. Rodrigo de Castro en 1590, en el que figura la relación de los 72 hospitales que había en Sevilla y que fueron reducidos a dos, el del Amor de Dios y el del Espíritu Santo (quedando fuera de esto, respetándose su independencia, el de las Cincia, el de las Cinco Llagas, el de los militares y algún otro de jurisdicción exenta). Pues bien, en esa relación queda bien claro que el de Santa Bárbara (cuyo nombre completo era Santa Bárbara y San Matías), estaba en la calle que va desde las casas viejas del Duque de Medina, al Monasterio de las Recogidas del nombre de Jesús, es decir, en la actual calle Jesús esquina a Baños, donde hoy está la capilla de la Vera-Cruz.

Este hospital pasó a integrarse en el del Espíritu Santo. Pero, en cambio, en la Plaza de San Lorenzo consta (hospital número 31 de la lista) el Hospital de San Onofre, que pasó a integrarse en el Hospital del Amor de Dios.

Si tenemos en cuenta que en 1590 la puerta principal del templo daba a la calle Eslava, conservándose aún visible su arco ojival, tapiado, y que la puerta, hoy principal, a la plaza de San Lorenzo fue construida después de 1625, diseñada por el arquitecto y escultor Diego López Bueno, encontramos que la fachada que da a esa plaza en el año 1590 no tenía portada, y muy posiblemente, el hospital de San Onofre estaría adosado a su muro, lo que permitiría su comunicación con el interior del templo parroquial. Es la única explicación verosímil, para que la Virgen de Rocamador, perteneciese al Hospital y desparecido éste, permaneciera en la parroquia sin tener que mover el muro en que está pintada.

El nombre de Hospital de San Onofre debió ser tomado en la época gremial después de la Ordenanza de los Menestrales del rey D. Pedro por razón gremial, sustituyendo al nombre primitivo de Hospital de Nuestra Señora de Rocamador, que tendría en principio desde su fundación en tiempos de Alfonso X el Sabio, quizás porque en la época de D. Pedro sería ya políticamente incorrecto un hospital para franceses. En todo caso y con esto terminamos, el analista D. Diego Ortiz de Zúñiga en sus Anales Eclesiásticos y seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, en el Libro I, y en el epígrafe era 1291 año 1253, apartado núm. 6, título Religiones y Monasterios, dice taxativamente al referirse a Nuestra Señora de Rocamador: "hubo en Castilla desde estas Ermitas y Hospitales que consta de muchos Privilegios Reales. Tal fue una Ermita y Hospital en Sevilla, junto a la Iglesia Parroquial de San Lorenzo".

No dice en la plaza sino junto a la iglesia parroquial. Y así queda zanjada la cuestión. Magister dixit, punto redondo.

José María de Mena
Académico correspondiente de la Academia de la Historia

(Publicado en el boletín parroquial Tu Parroquia nº 31, de Julio-Septiembre de 2003).

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